Viajar en Tiempos de Guerra: Una Reflexión Personal

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición oficial del Consejo Sionista o de alguno de sus integrantes. 

Steffi Czarny

Al borde de subirme al avión, tras un acto totalmente impulsivo y sin pensarlo dos veces de formar parte de un programa en Israel, una pregunta persistía sin respuesta: ¿Por qué decidir viajar a un país inmerso en el conflicto bélico? En un intento de encontrar sentido, me cuestionaba qué motivaba a tantos individuos, incluida yo misma, a adentrarse en un territorio marcado por el horror de un ataque terrorista atroz e inhumano.

Reflexionaba sobre situaciones similares en otros lugares del mundo, incluso en naciones con marcada identidad religiosa, donde la idea de cruzar fronteras en tiempos de conflicto resulta difícil de concebir. Sin embargo, en ese momento, reafirmé un vínculo inexplicable con el Estado de Israel, como parte de mi identidad judía y como persona sionista. Aunque este aspecto podría ser tema de un libro en sí mismo, opté en este caso por explorar lo que me había llamado profundamente la atención en el viaje: cómo cada peón de la sociedad israelí vivía y vive el presente, aún bajo el peso del 7/10 y los eventos bélicos que le siguieron. Mi objetivo se enfoca en arrojar luz sobre los distintos roles que componen la sociedad israelí en la actualidad basada en mi experiencia como judía sionista de la diáspora (siempre creo importante aclarar desde donde uno habla).

Antes de cualquier charla o recorrido por el sur que brindaría el programa, me encontré inmersa en un ambiente que buscaba aferrarse a la normalidad, como el bullicioso transporte público de un domingo por la mañana en Tel Aviv. En el autobús, una madre conversaba por teléfono con su hijo, que le contaba que iba  a visitar la tumba de su amigo caído recientemente. Mientras tanto, en una cafetería cercana, el cajero llevaba una remera con el desgarrador mensaje «Trae a mi amigo a casa», acompañado de la imagen de su amigo secuestrado. Estos encuentros revelaban el dolor y la angustia interna que afectaba a cada individuo que deambulaba por las calles, sabías que cada persona estaba desgarrada por dentro. 

Impact.Il en conjunto con Taglit nos brindaron la oportunidad de hacer voluntariado. Ahí, al interactuar con los trabajadores de la tierra, pudimos presenciar el impacto económico devastador del conflicto: desde agricultores que perdieron a sus trabajadores extranjeros hasta pequeños empresarios que vieron desvanecerse su clientela. Este es solo un ejemplo, ya que me hizo reflexionar cada comerciante, emprendedor, trabajador, fue afectado por la guerra.

A su vez, tuvimos la oportunidad de dialogar con figuras políticas, desde el presidente de Israel hasta diputados, cuya perspectiva sobre la guerra se centraba en las decisiones políticas a nivel macro. Aunque sus posturas pudieran generar discordia, resultaba impactante observar cómo la política y la guerra se entrelazan en una mezcla peligrosa que alimenta la desesperanza de una sociedad en busca de un liderazgo esperanzador. La política hoy es una parte crucial de la sociedad, donde se toman decisiones que afectan al futuro del país. Toda persona de la sociedad está involucrada en estas decisiones y las cuestionan. 

El paisaje humano se veía marcado por una presencia militar imponente: lo que antes era una constante, como observar a jóvenes entre 18 y 21 años uniformados, ahora se había convertido en una realidad más diversa, con la movilización de reservistas de todas las edades. En este programa tuvimos la oportunidad de encontrarnos con muchos reservistas. El organizador del viaje de Impact.IL, israelí, había estado en reserva durante dos meses, y tuvimos la oportunidad de escuchar el relato de un soldado recién regresado después de más de 70 días en Gaza. 

En el sur, entablamos conversaciones con sobrevivientes de la masacre. Un policía de Ofakim nos guio calle por calle, mostrándonos dónde había luchado contra los terroristas, improvisando torniquetes en un intento desesperado por salvar vidas mientras el sonido de disparos resonaba a su alrededor. Nos relató los momentos trágicos en los que descubrió amigos y familiares muertos en las calles, así como las llamadas del hospital anunciando que había logrado salvar una vida.

En Mefalsim, por otro lado, no llegaron los terroristas. Ari, con sus 70 años y sintiendo el peso del tiempo en su cuerpo, no dudó ni un segundo en salir disparado al escuchar ruidos extraños. Reunió a dos personas más del kibutz para enfrentar la situación y se puso en guardia, dispuesto a disparar a través de las rejas. Para ellos, estos individuos son héroes en mi idioma, pero en el suyo propio, son simplemente personas que protegen su hogar «como cualquiera», en sus propias palabras.

La visita al kibutz Nir Oz fue guiada por el hijo de una mujer que había sido secuestrada (y posteriormente liberada), quien compartió el desgarrador relato de la experiencia de su madre durante el secuestro. Él recordaba estar al otro lado del teléfono, impotente ante lo que estaba por suceder, sin poder intervenir. Durante la visita, observamos un kibutz devastado y desierto. Aún no saben si la población regresará algún día o cómo reconstruirán sus hogares. Para ellos, es más que un lugar, es su hogar.

Siguiendo en esta línea, una parte de la sociedad profundamente dolorida y afligida que tuvimos la oportunidad de presenciar fueron los familiares de los secuestrados. En la plaza de los secuestrados, conocida como Kikar Hajatufim, nos relataron la historia de un hermano que aún permanece en Gaza, y cómo la familia transita por esta situación.

Otro testimonio desgarrador fue el de la hermana de Shauli, un soldado caído en combate que había dejado de lado su sueño de ser cantante para defender a su país. Ella se expresó de manera conmovedora a través de la música y su significado para toda la familia, con la frase: «hay que volver a bailar».

Tomando esta frase, en medio del sufrimiento y el dolor, hay que mencionar esa parte de la sociedad que piensa en la resiliencia de la población israelí. Esas personas que, a pesar de la tragedia, seguían adelante con sus vidas, encontrando fuerza en la solidaridad y el compromiso con su comunidad. Es en estos momentos de adversidad donde se revela la verdadera esencia de una sociedad: no en su capacidad de olvidar, sino en su capacidad de resistir y reconstruirse. Es en la determinación de seguir bailando, aún en medio del dolor, donde reside la verdadera fortaleza de Israel y su pueblo.

Respondiendo a mi pregunta sobre por qué viajar a un país en guerra, Israel no es un país común y corriente. Estos roles en la sociedad no se dan en cualquier conflicto. Aunque no estoy segura si tengo la respuesta antes del viaje, sé con certeza los efectos que causó a mi regreso. Siento que me lleve el poder hablar, escuchar, abrazar y acompañar a muchos rincones de la sociedad israelí en su sufrimiento durante esta guerra.

Inicialmente pensé que no querían que fuéramos, pero luego comprendí lo importante que era para ellos. Es crucial expresarles que valoramos el papel de cada uno de ellos, que lamentamos sus pérdidas y que compartimos su dolor. Durante mi estadía, también pude contribuir activamente a la economía israelí al consumir en el shuk, en hoteles y en museos. Es esencial apoyar la economía local y el turismo en momentos difíciles como este.

Además, tuve la oportunidad de conocer a personas de todas partes del mundo que estaban dispuestas a implementar proyectos en sus comunidades para luchar contra el antisemitismo y los discursos de odio en el mundo. 

Para concluir, quiero expresar una postura clara: Creo firmemente que es importante viajar a Israel. No es necesario dirigirse al sur para presenciar kibutzim destruidos o hablar con familiares de secuestrados para hacer una contribución significativa. Por todo lo que he compartido anteriormente, queda claro que la sociedad israelí en su totalidad fue atravesada por esto. Es fundamental que, como judíos sionistas de la diáspora, podamos visitar Israel. Entiendo completamente el miedo que puede generar esta idea, pero también creo que es una manera poderosa de demostrar solidaridad y apoyo en momentos difíciles.

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